Tendremos un lecho de suaves olores,
divanes profundos como sepulturas,
y en tallos y búcaros nos daran flores
aromas extraños bajo albas mas puras.
Nuestros corazones, amando a porfía,
darán de su antorcha la llama postrera:
dos llamas gemelas son tu alma y la mía,
espejos que miran la eterna ribera.
Relampago único, centella preciosa,
una tarde mística, de azul y de rosa,
el adios seremos, el llanto, el sollozo.
Y después un ángel, abriendo las puertas,
los espejos turbios y las aguas muertas,
resucitará temblando de gozo.
Charles Baudelaire
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